viernes, 16 de marzo de 2007

Ribetes de un plan

Enrique Goldfarb


Después de leer las 27 medidas del plan para “recuperar el crecimiento e impulsar a las pymes”, me recordé de mis tiempos en el colegio, cuando te pillaba una prueba sin haber estudiado, y escribías y escribías cualquier cosa pensando que la cantidad podía reemplazar la calidad.
Aquí hay medidas que a lo más se acercan a pasado de frío, frío y helado y ninguna que le acierte. Un país al que no le falta nada para recuperar el crecimiento no solo no crece ni menos distribuye bien, sino que no puede idear un cuento más creíble. Y al abrir la prensa conservadora uno se encuentra con un aplauso cerrado.
Pero no nos engañemos. El país y la gente ingenua que esperaba algo mejor quedó estupefacta, aunque por enésima vez, si se cuentan los tiempos del predecesor. No pueden creer que este sea el plan.
Lo único bueno que tiene este plan Chile Invierte, que sucedió al plan Chile Compite de la semana pasada, es que al ministro se le van agotando los nombres de manera que a lo mejor y por descarte, dará con el que todos esperamos : Chile Feliz.
Sin embargo, hay gente agradecida, como las grandes empresas a las que les regalarán más de 200 millones de dólares por aplicar la depreciación instantánea en proyectos que ya estaban decididas a implementar.
Los 230 millones de dólares anunciados a las pymes serán excesivos, porque el gobierno no podrá encontrar el número suficiente de pequeñas y medianas empresas viables y con un mercado decente en las que colocar los recursos. No comprenden ¡todavía! que si no arreglan previamente el problema de los préstamos impagos y deuda tributaria morosa, las pymes no pueden operar en la economía. Presumiblemente, y como sucedió antes, se los terminarán pasando a una gran empresa a costos de liquidación para que no se pierdan.
Sin embargo lo que queda todavía más fuera de foco, son los temas abordados bajo el lema “recuperar el crecimiento y estimular a las pymes”. En el nombramiento del gerente hay un pequeño avance ya que el comité de 80 personas se redujo a un solo superhombre. Otro, que ni siquiera es nuevo, es hacer del peso una moneda global, lo que no se ve como diablos puede eso hacernos crecer más rápido, si es el caso que te crean afuera. De igual forma el viejo tema de los derivados –que cumplirá más de veinte años operando- ha vuelto a reflotar como una panacea.
Pero el broche de oro se lo lleva la licitación de pertenencias mineras de carbón en Isla Riesco que sigue en orden de importancia a la destinación de un millón y medio de dólares para enseñar inglés a los secundarios. Así que no nos sorprendamos cuando escuchemos al representante del sector que supuestamente se quería beneficiar decir “Sorry sir, but I am still in problem”

miércoles, 7 de marzo de 2007

Desprecio por lo popular

Enrique Goldfarb

El episodio que está ocurriendo con el Transantiago, inconcluso y de consecuencias imprevisibles, viene a reafirmar lo que en la izquierda parecía imposible. El desprecio del gobierno por lo popular, por las mayorías.
El gobierno precedente sumió al 80% o más de la población a un estancamiento de sus ingresos y a un desempleo feroz que en la realidad, aunque no en las estadísticas oficiales, insoportablemente poco fieles, tiene comprobadamente frustrada y con rabia a la inmensa mayoría.
Y si eso fuera poco, y sin necesidad alguna, el actual implementa además un sistema de transporte que solo ha causado rechazo, y no hablamos de un rechazo elegante, finamente irónico, sino con impotencia y lágrimas en los ojos de quienes supuestamente son sus beneficiarios.
Contrasta esto con lo que fue la Unión Soviética, cuna intelectual de varios de los actuales detentadores del poder, donde se construyeron obras preciosas de beneficio común como fue, por ejemplo, el Metro de Moscú. Aquí cada persona tendrá apenas un séptimo de metro cuadrado de Metro gracias a esta estupenda iniciativa que es el Transantiago. La gente solo tiene dos activos que hay que preservar a toda costa. La marraqueta y su tiempo. El gobierno anterior le quitó la primera y el actual el segundo, haciéndole gastar tres o cuatro veces de ese precioso recurso que es su tiempo, no ya libre, sino para dormir y poder seguir trabajando al otro día.
Tanto el empobrecimiento de la gente como este cambio en el transporte reflejan incompetencia llevada a su máxima expresión. Con un silencio cómplice para aprovecharse en su favor de las debilidades de las autoridades, han pasado seis años con el error de diagnóstico y fallas en las políticas más grande que se haya cometido y tarde o temprano surgirán las denuncias y deberán pagarse las responsabilidades políticas. Sin embargo en el segundo caso, con el incómodo y humillante medio de transporte a que los fuerzan, es muy posible que el reventón sea de plano y mucho menos solapado.
Uno se pregunta, en aras del respeto hacia la gente, que por lo demás es la que decide quien gobernará el país, porqué no se implementó un plan sino perfecto en sus comienzos, al menos tolerable. Si el Transantiago no estaba listo, lo que advirtió una firma consultora especialmente contratada por el gobierno, porqué no se aplazó indefinidamente. Porqué no se hicieron los chequeos previos correspondientes, como asegurarse de la disponibilidad del GPS para que la frecuencia de los buses fuera la necesaria. Cómo puede ser que la fórmula de ajuste sea el cobro de las boletas de garantía, si la gente no quiere que el fisco siga recolectando más plata sino que quiere micros buenas y rápidas.
Además, las micros que se eligieron son feísimas, malísimas e incómodas. El cambio de las Matadero-Palma por mataderos a secas.